lunes, 8 de septiembre de 2008

Unas semanas de abstinencia voluntaria hacen que el grito surja con más fuerza. Ante la necesidad de explotar de gozo sin compromisos ni convenciones solo hay un camino: seguir los latidos del “Corazón salvaje”, escuchando The number of the beast mientras abrimos la botella de bourbon proveniente de Kentucky. La doncella de hierro consigue su objetivo elevando los ánimos a un ritmo satánico. La rabia concentrada evidencia a los punkis camuflados que la sociedad nos obliga a ser. Erik Mercurio me susurra que no muera por un trago de whisky. Poco a poco la atmósfera se transforma con música para navegar sin puerto. Codeine es el final narcótico.