domingo, 14 de septiembre de 2008

ESCRITO EN LA ARENA


Que lo hermoso y lo hechicero
Sea tan sólo hálito y tormenta,
Y que lo encantador y lo precioso
Y lo propicio nunca permanezca:
Que flor, nube y pompa de jabón,
Fuegos artificiales, risas de los niños,
Mirada de mujer en el espejo
Y tantas otras cosas tan maravillosas
Que se extinguen, apenas descubiertas,
Duren tan sólo un instante,
Eso penosamente lo sabemos.
No nos es tan querido
Lo duradero, inmóvil:
Piedra preciosa con un fuego frío,
Pesada barra de oro refulgente;
Y las mismas estrellas
Extrañas, alejadas, no parecen
Iguales a nosotros, seres transitorios,
Pues la hondura del alma no la alcanzan.
Parece que lo hermoso, que lo amable
Tienda a la destrucción,
Tan cerca siempre de la muerte,
Y que lo más precioso, los tonos de la música
Que desde el nacimiento
Huyen, se desvanecen,
Hálito son tan sólo, ríos, persecución.



Y por un dolor tenue derribados de un soplo,
Pues tampoco se dejan detener
Por el tiempo que dura este latido, tampoco exorcizar;
Sonido tras sonido, casi apenas tocados,
Se esfuman y se escurren desde allí.

Así está nuestro corazón
Lealmente entregado,
Fraternalmente a lo fugaz,
La vida, lo que mana,
No a lo que, sólido, posee duración.
Pronto lo permanente nos fatiga, joyas,
Roca y mundo estrellado,
A nosotros, en el eterno cambio a la deriva,
Almas de viento y pompas de jabón,
Al tiempo unidos, y fugaces,
A quienes el rocío de una hoja de rosa,
A quienes el cortejo de unas aves,
La muerte del espejo de las nubes,
El brillo de la nieve, el arco iris,
La mariposa que voló, nosotros,
A quienes el sonido de una risa
Que al pasar nos rozara
Nos parece una fiesta
O nos causa dolor. Amamos todo aquello
Que nos es semejante, y entendemos
Lo que el viento escribe sobre la arena.