jueves, 23 de octubre de 2008

Estos días se ha paseado por mi galaxia Syd Barrett, y ya se sabe con Syd nada es gratuito. Junto con Erik Mercurio estuvimos dando largos paseos cayendo en un otoño atormentado y colorido. En nuestras charlas hablamos de la gente que se cree sin problemas, que ve locos a los demás cegados por su propio egocentrismo.
Mientras metíamos los pies en las frías aguas Mr. Octopus nos acarició con sus tentáculos abriendo las puertas de la percepción para invitarnos al otro lado del espejo. El sol empezó a brillar con más intensidad dando reflejos dorados a nuestros cabellos al mismo tiempo que la ácida limonada refrescaba nuestras gargantas sedientas. Una música en la lejanía sonaba impulsando a mover los cuerpos a su ritmo con un deseo de liberación de toda la opresión contenida. Las hojas caían entonando la melodía de la no preocupación. En ese momento nada importaba: ni el abandono de los amigos, ni el descontento por un sistema incomprensible, ni la falta de dinero, ni la depresión endógena que nos absorbe en ocasionas hacía el callejón sin salida de las frustraciones, el desánimo y la apatía.
Syd se fue dejándonos sumidos en la reflexión sobre la relatividad de las dificultades, y que el camino acertado puede ser el mirar el mundo sin esperar nada a cambio.